Emilia Zaballos recuerda el caso de Sandra Palo, en el que estuvo implicada directamente
El caso de Sandra Palo, del que se han cumplido 20 años, es uno de los casos que han marcado mi vida. Fue un caso terrible. A Sandra Pablo la asaltaron tres menores (uno de 14 años y dos de 17) y un adulto (de 18 años). La violaron, martirizaron y luego la quemaron viva. Me ocupé de defender a Ramón, de 17 años, uno de estos menores acusados del brutal crimen.
Este caso me reafirmó en la labor de la Fundación Zaballos, que ya había creado por aquel entonces, y en la necesidad de impulsar iniciativas para gestionar una serie de cambios en la sociedad, muy necesarios.
El juicio a los tres violadores, que no habían alcanzado la mayoría de edad en el momento de los hechos, el 17 de mayo de 2003, se llevó a cabo ese mismo año, en octubre. Los tres menores fueron condenados a cuatro años de internamiento y otros tres de libertad vigilada el de 14 años; y a ocho años de internamiento y otros cinco de libertad vigilada los otros dos menores, entre ellos mi defendido. Entre 2010 y 2012 quedaron en libertad. El único adulto fue juzgado más tarde, en 2005, y condenado a 64 años de cárcel, que el Tribunal Supremo acabó confirmando años más tarde, y sigue en prisión a día de hoy.
En primer lugar, he de decir que para afrontar la defensa de un acusado de un crimen tan terrible es necesario tener unos principios muy firmes y tenerlos separados en compartimentos estancos. Por un lado, los principios éticos y morales; y, por otro lado, los principios profesionales del derecho a una defensa digna de todo acusado. Solamente así es posible llevar a cabo una buena defensa en una situación tan dura y difícil en la que, como abogada, te debes a tu defendido, pero como ser humano te solidarizas totalmente con el dolor de la familia de la víctima
Este caso me llevó a cuestionarme por qué los menores delinquen y son capaces de llevar a cabo acciones tan terribles como estas. No es mi intención, para nada, justificar o exculpar a nadie, pero el entorno en el que crecen los menores es fundamental.
Cuando mi defendido tuvo que firmar su declaración, tras confesar los hechos con pelos y señales y delatar a sus cómplices, cosa que había hecho sin mostrar alteración alguna del ánimo, Ramón se puso a llorar porque no sabía leer. Tuve que pedirle al juez que me dejara que se la leyera para que la pudiera ratificar.
Me pregunto dónde estaban los servicios sociales entonces, o los vecinos de este niño o algún médico que tal vez le atendiera alguna vez. Me pregunto por qué nadie se dio cuenta de que este niño no estaba escolarizado y alertó de las condiciones de desatención en las que vivía. Es un grave problema de implicación de la sociedad. Y cuando un menor no está cuidado y atendido no es educado en principios ni en valores. Esto implica que percibe que su vida no tiene valor y, por lo tanto, tampoco tiene valor la de los demás. Atentan contra la vida porque la vida, para ellos, no vale nada.
Durante su internamiento, Ramón aprendió a leer y a escribir, y aprendió una profesión. Esto me lleva a preguntarme qué hubiera pasado si la sociedad le hubiera involucrado más en su momento.
Otra reflexión importante ante este caso es que me doy cuenta de que se siguen defendiendo por encima de todo los derechos de los delincuentes y se olvidan de los derechos de las familias de las víctimas, que son víctimas colaterales. Esto no ha cambiado en estos 20 años, pero tiene que cambiar ya. Considero que es necesario un cambio y soy partidaria de la modificación de la Ley del Menor, pero también de un cambio más profundo en la sociedad, más allá de reformas legislativas. El deber de una sociedad es ofrecer ayuda y soporte a los familiares de las víctimas, que tienen nuestra compasión, pero nada más. Esta es la gran tarea que tenemos pendiente y por la que trabajamos de forma activa desde la Fundación.
Si quieres leer el artículo “Manadas que vienen de lejos”, publicado en El País por el 20 aniversario de la muerte de Sandra Palo, pulsa aquí.
Emilia Zaballos
Presidenta de la Fundación Zaballos